jueves, 16 de junio de 2011

Vanity Fair, Mario Casas y Blanca Suárez.


Mario Casas es un ídolo que levanta audímetros y revienta taquillas. Blanca Suárez capitanea El Barco, serie que atrae a más de cuatro millones de espectadores, y será chica Almodóvar en septiembre..


Nos van a casar, Blanquita!”, grita Mario Casas (A Coruña, 1986) desde el otro lado del biombo mientras observa sus trajes. Hay pajaritas, chaquetas de cóctel color blanco nuclear, camisas de cuellos recios y fajines. Pero esto no es una boda. “¡Es una comedia musical!”, corrige la voz de Juan Gatti, que lo ha escuchado detrás de unas cuantas hileras de ropa colgada en burros. Mira atentamente el cabello de Blanca Suárez (Madrid, 1988). El maquillador sugiere cortarlo. “No puedo, ¡tengo raccord!”, anuncia ella. El flequillo de Blanca fue visto el día anterior por más de cuatro millones de espectadores en El barco, la serie que ambos protagonizan. Una cifra mareante para la era de la fragmentación de las audiencias. Y señal de que muchas ilusiones, y el peinado de Blanca es una de ellas, habrán de permanecer inalterables hasta agosto, cuando terminen de grabar la primera temporada. La comedia musical de hoy, por el contrario, durará tan solo unas horas.

Ahí fuera la temperatura es baja. Blanca ha cogido un virus que casi paraliza el rodaje de la serie. “Parece gastroenteritis, pero aún no saben lo que es”, comenta mientras mira el espejo, que devuelve la imagen de una actriz de 22 años recién levantada, de hombros estrechos y apariencia frágil. Apenas una hora después, nada importará. Sólo existirán el piano, las vidrieras restauradas y seducción de vieja escuela. Una imponente debutante vestida de Carolina Herrera ha devorado a la actriz frágil de salud. Al igual que en las emocionantes historias del nuevo cine español, el dolor desaparece justo en el primer rollo de película.
Mario se entera de los datos de audiencia de El barco todos los martes por la mañana. Se los envía su representante. A Blanca se lo cuentan en el set de rodaje. “Reconforta saber que ha tenido éxito algo con lo que has estado dejándote la piel muchos meses”, cuenta él. Blanca confiesa que cuando El internado, la serie que la hizo popular, bajaba unas décimas de audiencia, se inquietaba. Mario se curtió en SMS (Sin miedo a soñar) y conoció la fama gracias a Los hombres de Paco. Detrás de todas estas series está Globomedia, una factoría de éxitos con suficiente antigüedad como para lanzar al estrellato a los cachorros que educó con su propia ficción. “No me perdía un episodio de Médico de familia”, reconoce Blanca. “Y Un paso adelante me la comí entera”.
En el caso de Mario no es sólo el porcentaje de share el que ha hablado, sino los resultados de taquilla en los cines durante los dos últimos años. Él es, en términos absolutos y constatados por los números, la nueva estrella de la industria española. Tres metros sobre el cielo fue el mejor estreno español de 2010. Fuga de cerebros y Mentiras y gordas, las dos películas más taquilleras de 2009. Y él fue protagonista de las tres. “Da miedo”, reconoce, “pero tengo claro que todos los proyectos han funcionado porque otros han apostado mucho por ellos. Hoy estoy yo aquí y dentro de dos años será otro chaval”. Casas habla con rapidez y se expresa a la perfección. Se ha traído el discurso preparado de casa, tan seductor como defensivo. No hay nada fuera de lugar, si acaso algún taco aquí y allá. La perfecta perorata de un ídolo adolescente que desea ser respetado.
Pero esa condición ha llevado casi a la locura a muchos antes que él, y Mario lo sabe.Miguel Angel Silvestre llegó a tener ocho guardaespaldas y literalmente acribilló a tiros a su personaje en Sin tetas no hay paraíso, incapaz de soportar la presión. Hugo Silva, su compañero en Los hombres de Paco, acabó vetando a ciertos medios en sus ruedas de prensa para asegurarse de que las preguntas no iban a exceder lo profesional. “Lo de Miguel Ángel fue una cosa muy bestia. Ser un sex symbol de un día para otro es muy complicado. Pero en mi caso he ido picando poco a poco en los últimos años, haciéndome conocido en diferentes series. Todo se basa en tomarte las cosas con tranquilidad”. Tanto Silvestre como Silva han abonado el terreno para la llegada del ídolo Casas, dibujando un nuevo tipo de actor más parecido al modelo americano: es versátil, es mediático y, sobre todo, es el resultado de la férrea voluntad de gimnasio, un cuerpo esculpido con mediacaña y cincel. “A veces la prensa da a entender que nos están obligando a enseñar carne, cuando yo sé lo que estoy haciendo. Nadie me miente ni me utiliza. Me lo preguntan siempre: ‘¿Te parece bien? ¿Está justificado?’. Me quito la camiseta porque me da la gana. Si no lo hago ahora que tengo 24 años, ¿cuándo lo voy a hacer?”.
"Yo lo de desnudarme lo llevo bien”, aclara Blanca. Al contrario que Mario, parece no ser profesional aún en lo de hablar para la prensa. Eso hace su discurso más atropellado y lento, pero también más puro. Continuamente duda y vuelve sobre sus palabras para corregirlas. “No le doy vueltas, tu trabajo siempre puede incluir eso. Y lo puedes hablar. Yo he pedido que me expliquen por qué me tengo que desnudar en una escena”.
—¿Y cuál suele ser la respuesta?
—La respuesta últimamente suele ser... “porque sí”.
Tal vez Pedro Almodóvar, con el que acaba de rodar La piel que habito, le ha pedido algo parecido. Desnudar a sus actrices en todos los sentidos es costumbre del manchego. Pero Blanca tiene una teoría interesante al respecto. “Quizá sea algo del subconsciente, pero hay desnudos que cuestan menos. Es diferente si te lo pide Pedro. Sobre todo porque sabes que él no te lo va a pedir para atraer a más gente al cine. Ésa es la diferencia”.
Eso no es la promesa firme de que veremos en La piel que habita la parte de la anatomía de Blanca que en El barco sólo se sugiere, ojo. Como en todo proyecto de Almodóvar, sobre sus actores recae orden de silencio absoluto. “Lo que puedo contar es solo bueno. Sobre él había escuchado millones de cosas y ninguna se ha cumplido. Me ha cuidado muchísimo en todos los aspectos. Es muy sincero y sabe muy bien lo que está haciendo. Te dice exactamente lo que tienes que hacer y cómo hacerlo. Eso, como actriz, no tiene precio”.
A cualquier actor le gustaría presumir de que su camino hasta el éxito ha sido tormentoso y duro. Pero Blanca muestra una agradable franqueza al reconocer que tuvo suerte y las cosas le vinieron rodadas. Una prueba en la escuela de teatro en la que estaba matriculada desde pequeña la llevó a participar en Eskalofrío (Isidoro Ortiz, 2008). Esa película hizo que la llamase Luis San Narciso, el gran director de casting español, para ofrecerle un papel en El internado. El mismo que le llamó para hacer una prueba para La piel que habito. “Una semana y pico después de hacer la segunda prueba me llamaron para decirme que el papel era mío. Me quedé flasheada. No me puse a dar saltos. Pensé que me estaban tomando el pelo. ¡Estaba con mi madre en el parking de El Corte Inglés!”.
La fama entre adolescentes de sus compañeros de profesión, ya sean los chicos de El internado o el actual terremoto Casas, la ha tocado alguna vez. “Yo no soy tan famosa como ellos. A mí sólo me afecta si vamos un día paseando por la calle porque hemos salido de rodar y nos persigue un colegio entero, como ha sucedido ya”. Pero escenas tan dantescas no han hecho que deje de hacer su vida normal. “Sé que si voy a tomar algo con Mario saldremos en las revistas y dirán que somos novios. Pero no voy a dejar de hacerlo por eso”. Mario acepta, resignado, que ya se ha convertido en carne de zona VIP. “Cuando voy a las discotecas la gente comenta ‘mira, ya está el actor famoso en la zona VIP’. ¡Ojalá pudiese estar en la pista, con todo el mundo! Alguna vez lo he hecho. Pero entonces los de seguridad me dicen: ‘Vuelve a la zona VIP, chaval, que la estás liando”. Respecto a las revistas, lo único que a Mario le molesta son las mentiras. “Han dicho que ganaba tres veces lo que realmente gano, por ejemplo. A menudo las revistas juveniles dicen más verdades que un periódico. Me he llevado muchos más chascos en titulares sacados de contexto que son publicados en prensa seria que en revistas como Super Pop. Ese tipo de prensa para adolescentes es más honesta”.
 
Otra diferencia entre Casas y cualquier otro actor de cine español: su filmografía, datos personales y recorrido vital se lo conoce mejor cualquier quinceañera compradora de revistas que incluyen pósters y pulseras de regalo que un cinéfilo de pro. Su perfil es inequívocamente el de un rompecorazones teen. Fue un adolescente de barrio, pícaro y aficionado a las motos, que aún disfruta yendo con sus amigos a ver una peli a las ocho en un centro comercial y comiendo en un McDonalds. Aunque nació en La Coruña, se mudó a los seis años a Barcelona con sus padres, un constructor y un ama de casa, y sus tres hermanos. A los ocho comenzó a hacer anuncios. En su trayectoria profesional infantil hay episodios tan curiosos como haber sido parte de una mesa de debate infantil que tenía lugar en los inicios del programa nocturnoCrónicas Marcianas. Su fama de rebelde es famosa y se podría extender, haciendo un ejercicio de metalingüística cinematográfica, a su papel en la industria española. El público joven acudió en masa a ver 3MSC, el acrónimo que hace que escribir Tres metros sobre el cielo en un SMS sea fácil y ahorre saldo, mientras un gran sector de la crítica la masacró. “Cuando la gente me para por la calle para decirme que ha visto la peli cuatro o cinco veces en el cine, eso es lo que me llena. Eso es lo que nos motiva, no que la peli haga una taquilla que reviente. Pero los críticos no se cansan de hablar de dinero. Mucha gente se ha dejado la sangre para hacerla. Los que maltratan la película no tienen ni idea de eso. Es lo que me jode. Sólo dicen: ‘Mario enseña su tabletita de chocolate’. Pues no, yo estaba hecho un tirillas y me metí en un gimnasio cuatro meses. Es parte de la construcción del personaje. No lo hago para que las niñas digan: ‘¡hala, qué bueno está!”. La situación puede cambiar cuando trabaje a las órdenes de Alberto Rodríguez, director de Siete Vírgenes, en su próxima película. Pero prefiere no dar detalles por aquello de si se gafa.
¡Claudia Cardinale paresés!”, grita a Blanca Juan Gatti, tumbada sobre un piano, entre disparo y disparo. Mario, descansando al teclado, improvisa unas notas del Cumpleaños feliz que indican que Dios no le ha llamado por la senda de la música. Poco después, la actual estrella del cine español y la promesa oficial se retiran a la zona del catering, hablando de intimidades por las que las revistas de corazón que afirman que son pareja pagarían miles de euros. Ahí fuera, la industria del cine sigue siendo un polvorín en crisis. Pero que no les pregunten a ellos. “Si tuviese la fórmula, haría cuarenta películas como Tres metros sobre el cielo. Pero yo hago cine para que la gente se divierta”, resume Mario. “La pasta se la van a llevar otros”.
 Fotos de como se hizo:







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